Pues ahí estaba. El niño europeo que me había dañado mi futuro. Me levanté de mi silla preso de la ira. Se veía demasiado frágil e inofensivo.
—¡Yo no le rompí ningún huevo! ¡Mire en la que me hizo meter! —le grité.
Juako, sin dejar de mirar al piso hizo algo que yo no me esperaba: se abalanzó como un toro contra mí con un grito de guerra empujándome hacia la pared:
—¡AAAAAAAAAHHHHHHH! —Todo el bullying lo descargaba ahora contra mí haciendo que me golpeara la espalda contra el marco de la puerta. ¡AUCH! Eso había dolido. Lo empujé. Caímos quedando yo encima de él y la nariz le volvió a sangrar ensuciándole la cara. Escuché la puerta abrirse. Doña Abigaíl estaba ahí presenciando esa escena. Se oyó un alarido diez veces más fuerte que los de Cata:
—¿¡¡¡¡¡QUÉ ES LO QUE ESTÁ PASANDO AQUÍ!!!!?
Todo el colegio enmudeció. Su mirada me atravesó la cabeza, tal vez la pared de atrás y quizás cuatro cuadras más allá. Ahora me daba cuenta que mis decisiones no habían sido las correctas... Me había inclinado por ponerle atención a lo negativo y no centrarme en posibles soluciones... Ahora lo vivía en carne propia... pero acaso… ¿eso implicaba ir a la hoguera?
Fui expulsado y llevado a un colegio militar; no volví a ver ni a mis amigos ni a El Gato; fui castigado por mi papá y aunque mi madre nunca me dijo nada, sentí una mirada de tristeza en sus ojos que me dolía más que cualquier reprimenda.
Sobre el Proyecto Planeta Tierra el grupo siguió y luego me enteré que Cata había sido elegida para competir a nivel continental. Bien por ella. Eso era lo que quería. Ojalá aporte toda esa pilera para ayudar, porque el mundo lo necesita. Tampoco seguí tocando música, pero guardo para siempre en mi memoria la letra de la canción que logré descifrar.