—Muy bien lo has dicho Kata —respondí—. En este grupo nos escuchamos y por eso nos sentimos cómodos opinando y así surgen buenas ideas.
—¡Así es! —agregó Richard—. Gato, bienvenido, pero es importante que no acapare la palabra pues así como usted tiene derecho a opinar, nosotros también.
Jairo estaba en estado de shock. Nunca, ni sus padres, ni los profesores habían podido frenarlo de esa manera, así que se quedó quieto, pasmado... escuchando.
—Pero fresco Gato. Hagamos una cosa… —dijo Catalina cogiendo un borrador de tinta—. El que tenga éste borrador es el que tiene derecho a hablar. Así nos turnamos y todos participamos.
—¡Pero que nadie tenga el borrador por más de 5 minutos! —replicó Richard.
El Gato asintió con la cabeza. Aunque era terco y voluntarioso, aprendía rápido.
—Pero ese borrador es muy pequeño y sería como borrar lo que uno dice —dijo—. ¿Por qué no usamos más bien ese marcador fluorescente?
—Je, je... ¡Claro! Es un resaltador y así le daremos más fuerza a lo que digamos.
—Tendrá entonces que estar en un sitio neutral mientras nadie habla —siguió El Gato.
—¡Siii! —contestó Cata como siempre en un tono más alto de lo normal poniendo el resaltador amarillo encima del escritorio en medio de todos.
—Acá va a ser el puesto. ¿Entendido?
—¡Entendido! —respondimos todos.
—Propongo que como ya está casi terminado el trabajo y es tarde, lo entreguemos como está y Jairo se lleve una copia y lo lea bien para que luego nos comente.
El Gato se volvió a sorprender. Hacía mucho nadie lo llamaba por su nombre de pila. Se sintió extraño, pero no le disgustó. Así que respondió con un vago:
—Si, de una.
—¡Muy buena idea! Antes de opinar toca enterarse bien primero —exclamó Richard.
—Richard, ¡no tienes el resaltador así que no podías hablar! —bromeé yo.
—Ja, ja... ¡y tú tampoco!
—Ja, ja, ja
Jairo leyó nuestro trabajo y entendió que la idea era proponer soluciones para cambiar "el sistema" del cual tanto hablaba pestes. Ahora estaba a gusto con el grupo y se le notaba un cambio en su actitud.
Dos semanas antes de la pelea, en clase con Edwin, se hablaba de cómo el afán de generar industria había llevado a la humanidad a ser irresponsable y que hasta hace poco se valoraban estos daños. El profe explicaba el antropocentrismo, el egoísmo, y los intentos fallidos que llevaron a la decisión de abanderar a los niños para resolver los problemas que crecían velozmente. El Gato ya empezaba a participar en clase:
—¿Eso quiere decir que por no escucharse entre sí la humanidad se volvió zombi?
—Ja, ja, ja. —rió el curso. Obviamente Jairo participaba a su manera.
—Pues Gato... Esa es una muy buena pregunta —aclaró Edwin mientras abría un libro grueso—. Según el diccionario, un zombi es ...a ver....acá está....."una persona resucitada que carece de voluntad y se comporta como un autómata". ¿Les suena?
—¡Si, como Juako y su iphone! —gritó alguien.
—Ja, ja, ja —rieron algunos.
—No, en serio —dijo El Gato parando las risas—. ¿No han visto cómo en vez de tratar de entenderse, las personas tratan es de convencer al otro? Eso no ayuda.
¡No podía creer lo que escuchaba! ¡El mismísimo Gato diciendo eso! ¡La terapia con Catalina y el grupo le estaba sirviendo! Eso me ayudó a vencer los constantes micro sueños que esa mañana me acechaban. Más, cuando Gaby intervino:
—Claro. La famosa Torre de Babel. Y mientras tanto, otros aprovechan la confusión para sacar beneficio económico sin que les importe las consecuencias.
Al escuchar eso algo en mí se iluminó, me sentí inspirado y comenté:
—... ¡Y si cada quien trata de imponerse, creyendo que sus razones son más valederas, no nos quedará más que destrucción, pues cada uno de nosotros es una pequeñísima parte del universo en constante interacción con muchas otras cosas!
—¡Exacto! —respondió Edwin—. El ser humano actual no está escuchando a su alrededor y tampoco se escucha a sí mismo... y eso es indispensable para nuestra propia supervivencia. ¡Ese es el cambio que el planeta está pidiendo a gritos!... Ahora, ¡Todos saquen la tarea! —Había que traer un huevo—. Esos huevos van a depender exclusivamente de cada uno de ustedes. Desocúpenlos, píntenle algo de modo que lo reconozcan... Intenten escucharlo, entenderlo y protegerlo. Tienen que llevarlo con ustedes a donde quiera que vayan y traerlo en 15 días intacto. Además, en cuatro páginas a doble espacio en Arial 12, y en los mismos grupos, van a responder esta pregunta —Se volteó y escribió en el tablero—: "¿Cómo convivir con la naturaleza sin destruirla?".
—¡RIIIING! —Esta vez no salimos corriendo al escuchar ese sonido, pues nos quedamos decorando a nuestra nueva mascota. Cogí un marcador y le hice unos ojos y una boca. Cuando pensaba cómo hacerle el cabello, sentí una presencia al lado. Luego... una voz dulce... Era Gaby.
—Me gustó mucho lo que dijiste en clase, Viko. ¿Quieres dibujar algo en mi huevo?
¡Me sorprendió muchísimo! No me esperaba eso. La observé, observé a mi huevo, pensé un momento y respondí:
—Te dibujaré algo, pero ayúdame a hacerle el cabello al mío.
—Vale
Tomé su huevo y dibujé lo primero que se me ocurrió: Una V de Víctor. Ella rápida y delicadamente tomó el mío y de un sólo movimiento le hizo una especie de remolino encima de los ojos y salió del salón. Así habían quedado: los dos huevos amigos.
Ahora necesitaba un nombre para mi nueva mascota, la cual había adquirido un valor emocional grandísimo. Pensé en RIZO, MECHÓN, BUCLE. Luego se convirtió en E-rizo. No me gustó mucho, así que se fue transformando: Rizotto... Risotta... Rissitos... Mechitas... Mechoncito… Lechón... ja, ja... No. Se iba a llamar Serafín. ¿Por qué? Ni idea. Serafín me sonaba bien.
Richard nombró al suyo "Huevo", Kata eligió "Pipo" y Jairo escogió "Cocoliso".
Todo el curso iba de arriba a abajo con su huevo.
Nadie se había enterado de lo ocurrido con Gaby. Eso era un secreto para mí.
—¿Por qué ese mechón tan raro, Viko?
—... Es que... Serafín piensa muy rápido. Por eso su torbellino en la cabeza —dije apresuradamente y haciendo cara de serio para convencer a mis amigos.
Al llegar a nuestro centro de operaciones, saludé a Nico quien se agarraba de la pata de la mesa del comedor y me hizo acordar del hermanito de Mafalda, la tira cómica.
Ya reunidos, oía a Cata, Richard y Jairo hablando pero no podía poner atención. Miraba hacia la pared distraído pensando en la V que había dibujado en el huevo de Gaby. ¿Habría sido muy simple? ¿Qué tal haberle hecho algo mejor? No habíamos vuelto a hablar. Acercármele me era difícil, aun sabiendo del lazo entre los dos a través de Serafín.
Mi mirada se detuvo frente a los letreros en el corcho en la pared. Además de la pregunta “¿Cómo convivir con la naturaleza sin destruirla?”, ahí estaban los temas a tratar en clase: CONTAMINACIÓN, DEGRADACIÓN DEL SUELO, DEFORESTACIÓN, FUENTES DE ENERGÍA, ESCASEZ DE AGUA POTABLE, PÉRDIDA DE BIODIVERSIDAD, EXTINCIÓN DE ESPECIES, MANEJO DE RESIDUOS y SOBREPESCA. —Muchas cosas para unos simples niños —pensé.
—¡VIIIKO! ¿Estás poniendo atención? —escuché la voz de Catalina.
—Tierra llamando a Viko —dijo Ricardo con una sonrisa.
—Lo siento, me distraje —reaccioné devolviendo mi atención a Catalina:
—Hemos llegado a la conclusión que para “convivir con la naturaleza sin destruirla” es importante respetar los espacios. Como vimos en clase, el ser humano se ha comportado como plagas de langostas acabando con lo que hay a su paso. Ya que es urgente dejar de destruir, Jairo propuso lo siguiente… —resumió extendiéndole el marcador fluorescente al Gato, quien continuó:
—Imagínense separar al planeta en 5 zonas. En la zona A estarían las ciudades; la zona B estaría habitada por campesinos que cultivan la tierra y pastan ganado; en la zona C, sólo indígenas; y la zona D, prohibida para humanos, incluiría nacimientos de los ríos y áreas donde los animales en vía de extinción puedan vivir.
—Suena bien –contesté–. Pero, ¿no sería contraproducente que el hombre se aísle y no sepa qué está pasando en esas zonas salvajes?
—Ese sería un inconveniente –dijo Richard mientras le entregaban el marcador—. ¿Qué tal si se usa la tecnología y se monitorean las zonas salvajes con drones? Estas pequeñas naves tienen cámaras y otros sensores que permiten a los científicos en la zona A saber qué está pasando en la zona D en tiempo real.
—¡Genial! Y también, ¡en vez de tener animales capturados en zoológicos se pueden observar y conocer en su propio hábitat a través de cámaras!
—¡Eso! ¡Y también tener zonas en los mares! Zonas de pesca y zonas de no pesca.
—Cierto, pero… ¿y si alguien se mete a una zona prohibida?
—Pues se lo comería un tigre.
—Ja, ja, ja.