Ya le había confesado al Gato mi gusto por Gaby, así que no estaba de más comentarle el avance de la situación y de una vez contarle a mis mejores amigos.
—Chicos... —empecé a hablarles con una sonrisa de oreja a oreja—. Estuve con Gaby todo el recreo...—Al ver mi rostro me interrumpieron y empezaron:
—¡Viko! ¿Se cuadró?
—¿Le dio un beso?
—Viko tiene novia, Viko tiene novia... je, je.
Aunque hablaban pasito, estábamos en el salón y todo el curso se dio cuenta. Era un secreto a gritos. Vi cómo se le acercaron las amigas a Gabriela y ella, enojada, negaba todo. Busqué su mirada a lo lejos pero ésta me esquivaba. No había sido buena idea. Ahora la chica estaba más lejos que antes.
El chisme se regó rápidamente y todo el curso murmuraba que nos habíamos dado un beso, que éramos novios... mejor dicho. Esto ya se salía de control.
No sólo Gaby estaba furiosa con las habladurías, sino Joakim, quien había estado detrás de ella desde que entró al colegio y no podía creer que yo me hubiera entrometido de forma tan rápida. Alguien le dijo que yo había dicho que él era un perdedor. Ahí fue cuando entré al salón y me recibió con ganas de pelear. Yo no sabía que estuviese ilusionado con Gabriela. La pelea ya se las conté…
—¡VÍCTOR RODRÍGUEZ, A RECTORÍA!
Me sentí miserable. Yo quería ayudar al planeta y terminaba haciendo sufrir a alguien. Quién sabe si le había fracturado la nariz y tendrían que operarlo. Había echado a perder mi oportunidad con la niña que me gustaba, y ahora, en un simple abrir y cerrar de ojos mi reputación en el colegio se había ido a pique. Ni qué decir cuando mis padres se enteraran. Qué mal me sentía. ¿Qué le iba a decir a la rectora? Si yo ni sabía qué había pasado. ¡Qué injusto! Si yo era un buen estudiante y nunca me había metido en problemas. No me sentía nada bien.
Afortunadamente el incidente no pasó a mayores. No fui suspendido ni expulsado. Aunque mis padres fueron notificados, entendieron que había sido una confusión.
Por otro lado, Gabriela se alejó más de mí por haber herido a su pobre amigo Joakim, el cual se supo aprovechar de su nariz rota para hacerse de sus cuidados y así acercarse más a ella. Qué tristeza. Me deprimí mucho. Ya ni serenata quería. Mirar a Serafín me era tortuoso.
En la parte de atrás del cuaderno de matemáticas empecé a escribir:
"En la inmensidad del universo… un niño desconocido... se sienta a escribir un verso… para expresar lo que ha sentido."
Sonaba bien. Tenía ritmo. Podía hacer una canción con esto.
—¡Gato! ¡Ayúdeme con la guitarra! —Así fue que compuse mi primera canción. El incidente se fue olvidando, Ricardo empezó clases de guitarra y los tres empezamos a tocar canciones originales. Nos reuníamos donde El Gato a ensayar y en casa de Cata a estudiar. Ella nos acompañaba en los ensayos. A veces cogía unas maracas, o simplemente escuchaba. Las canciones empezaron a tener temas ecológicos por los temas de Proyecto Planeta Tierra. Sentimos un impulso grande y en poco tiempo ya teníamos 5 temas.
—Para vivir necesitamos también música –dijo un día Jairo en un ensayo.
—Sí, y para que todos aprendan a convivir con la naturaleza sin destruirla debería ser obligatorio que aprendan a disfrutar de la música.
—Je, je. Sí, y del arte. ¡Que haya más clases de arte en los colegios!