—¡Hola gente! —gritó El Gato bruscamente al llegar dos horas tarde a la casa de Catalina—. ¡Para vivir necesitamos LIBERTAD! ¡Que nadie nos diga qué hacer! ¡Anarquía y revolución! —expresó con el puño levantado sin siquiera mirarnos.
En alguna parte de la casa Nico comenzó a llorar. Saludamos estupefactos y Richard añadió con cara de decepción:
—Llegas tarde. Ya casi terminamos.
—Bueno, pues si quieren mi aporte, acá estoy —contestó Jairo.
—Pues lee lo que llevamos –respondió Catalina—. Richard, muéstrale.
El Gato se aproximó al computador y rápidamente manifestó su desacuerdo:
—¿Cómo se puede vivir con los demás diciéndonos qué hacer? Necesitamos libertad, que cada uno haga lo que le plazca. No necesitamos que nos laven el cerebro. ¡La esclavitud no es vida!
Nos miramos extrañados. Richard, sacudió sus manos y empezó:
—Pues yo creo...
Rápidamente y haciendo honor a su apodo, El Gato interrumpió:
—El mundo del futuro necesita de menos opresión y ésta empieza en el colegio. Te obligan a obedecer y quedas obedeciendo por el resto de tu vida.
Kata aprovechó la pausa y trató de contrapuntear:
—La libertad no es...
—Porque si dejamos que nos obliguen una vez, lo seguirán haciendo y terminamos todos siendo víctimas del sistema –siguió Jairo protegiendo ágilmente el uso de la palabra. Parecía que no le cabía más información. Repetía una y otra vez la misma idea mostrando su necesidad de ser escuchado. Esto, junto con los alaridos de Nico, hacía la situación cada vez más insoportable.
Aun así, me sorprendió su coherencia. Citaba a Los Testarudos y a otras bandas desde un punto de vista menos artístico y más social. Escuché con atención hasta que un rugido de leona interrumpió dejando claro quién estaba al mando:
—¡YA PÁRELA GATO! ¡DÉJEME HABLAR TAMBIÉN! ¡Tiene que aprender a escuchar!... Si hubiera leído bien, ¡todo lo que está diciendo está en el trabajo! ¡A nadie le gusta que le digan qué hacer, pero debe haber un control en la sociedad! Si no, sería un caos total. Ningún proyecto en común se podría lograr. El exceso de libertad no es más que libertinaje y así ninguna sociedad puede prosperar. Está bien tener libertad y derechos, pero sin límites claros nunca lograríamos el objetivo de un mejor futuro. ¡Para vivir en comunidad el respeto es esencial! A más respeto, mejor trabajo en equipo… y si la sociedad me ayuda a aprender a hacer lo que me gusta, ¡lo haré felizmente sin tener a nadie detrás obligándome a hacerlo!
Los berridos de Nico cesaron y El Gato quedó con los ojos abiertos. Le habían literalmente cerrado la boca, cosa que ni sus papás habían logrado.
—La libertad…—trató de reaccionar.
—La libertad va de la mano con la responsabilidad —siguió Kata—. ¿A qué hora se supone que nos reuniríamos?… Hace dos horas y media que estamos trabajando y usted llega, a imponerse y a tratar de convencernos de que sabe de libertad. ¡Si las personas no son responsables, esa tal anarquía de la que habla tanto sería una simple moda de personas desadaptadas!
¡WOW! Kata Bond se había lucido. ¡Cómo había dejado callado al Gato por medio de argumentos! Luego se dirigió hacia mí:
—¿Cierto Viko?